16 de abril de 2012

LOS PIES DESNUDOS


Ha llegado el momento de comenzar de nuevo,
de mirar otra vez mis pies desnudos.

Si hablamos de las manos, ciertamente
se moverían libres como agencias de viajes
para descubrir nuevas
rutas. Pero los pies
me sostienen, me pesan.
Agotados están de las aceras
con pleitos del verano,
de las callosas quejas del otoño
y persistentes fríos del invierno.

Esperan que la noche llegue a casa
para cerrar mis ojos y perderse.

Los ojos, claro está, sabrían de horizontes.
Son barcos de papel que ligeros navegan
persiguiendo el rumor de las orillas.
Pero mis pies no quieren saber nada
de dedos que dibujan,
de elefantes que mueren
o de la turbia danza que una vez
llevó rápido al sol por los caminos.

Dicen que se acabó
todo con la sombría rozadura
que les produjo el tiempo, tanta crisis,
la sinrazón, la muerte del amigo.

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