Tras larga
caminata he llegado
a altas
horas de la noche
a mi monte
de almendros.
Yo vivo al
ritmo
afable de
las horas
en el
tic-tac oscuro de mi sangre.
Disfruto los
minutos
de mar y
nieve
en el
amanecer intacto de la tierra.
Yo siento
los segundos
como regalo
en el
diáfano vientre rasgado de la vida.
Extiendo el
cuenco
de mi mano
al hilo
del tiempo para
dar,
y coger sin
engaño
la onza de
azafrán
el celemín
de harina,
la cuartilla
de trigo,
el tacto de
la almendra
con el negro
verdor de la aceituna.
Yo vivo
sobre el péndulo del agua
y el caer de
la lluvia. Indago con candil
el azul de
lo humano y el origen del mundo.
Por el ser
me pregunto
en las
entrañas
del viento.
Abro mis
ojos
de pequeño
viviente
de metálicas
sombras inundado
a fin de
recibir tembloroso la gracia
de la luz,
de la llama del camino,
del olor de
las lilas, del sueño de los astros
y el aura de
la luna.
Consérvate bien.