31 de agosto de 2019

EL RUMOR DE LA NOCHE Y EL AGUA

Yo no sé recoger cuanto se lleva el tiempo.

Locura de un sentido
que jamás ha existido.

¿Aprenderé
ya a vivir
en el rumor
de la noche y el agua?


28 de agosto de 2019

IMAGINO TU CARNE

Imagino tu carne
hormonalmente cálida
aunque tú no lo sepas.

Un orgasmo no daña la salud
ni es risa insolente.


22 de agosto de 2019

LAS PLANTAS COMO ESPEJO

Nunca mi corazón fue nido del rencor.

La vida va dejando sus basuras
que en su contenedor coloco por la noche
y, luego, olvido.

Detritus de la nada contaminan
la identidad del yo con su carne podrida.
Prefiero amar.

El monte con su luz me aleccionó sin precio
para asumir las plantas como espejo.

No se detienen, crecen mientras viven y son
hasta que mueren.

18 de agosto de 2019

LLENAS DE AGUA SALADA TU VERANO

Atraviesas el patio hacia la puerta blanca.
Te esperan la terraza, el paisaje marino,
un bañador antiguo y el temor al desnudo.

No se despega el sueño de tus párpados
que tienden a caerse en tus mejillas
como olas rodeadas del flujo de la noche.

Desde la barandilla su figura, recuerdos
en la sombra alargada del ciprés.

Por la escalera juegan tus pies con el cantar
del mirlo y el zureo de palomas
sobre la vieja antena.

Saltas y llenas de agua

salada tu verano, tus chancletas del monte.

15 de agosto de 2019

EL GESTO

Camino hacia arriba,
camino hacia abajo;
uno y el mismo camino
Heráclito

La mañana se presentó llena
de nubes deformes como piedras
que hicieran difícil el camino.

Ella marcaba con una risa
sin rumbo una señal imposible,
oxidada al paso de los días.

El aire y el barro recogían
los recuerdos del agua
aquejada de vértigos.

Mientras tanto la nada subía
en un ascensor al que empujaban
invisibles cadenas de sombras.

Los bolsillos ya se habían vaciado
y la sed había arrojado
en la papelera de la esquina
su última llamada al café.

Fue entonces cuando llegó aquel gesto.
Oportuno sí, pero muy frío,
autobús sin aviso, a deshora.

Más allá el café descafeinado
seguía escondido en el silencio,
luces muertas y asientos raídos.

Aguardaba indeciso el momento
de ser servido en mesa de bar.
Cuida las apariencias —dijeron—.

Me subí sin embargo en mis zancos
progresivos de cristal, y miré
cambiándola en estatua de sal.

Luego crucé donde me vendían

a doscientos aroma de nardos.