Buenos días,
Amor.
¿Me
enseñarás cómo llegar a ti
por el
camino más corto?
Te escribo,
mientras cavilo,
hecho de
compás hondo y lejano,
de agua
única y gacha mineral.
No. Yo no puedo penetrar
en tu espejismo de trigales,
encina y sombra,
en tu amarga soleá de agua
-del Chimuza, Caycuta, Rozaymí-
y
gacha mineral.
Tu mirada se pierde,
como tu cante,
por la cuesta de los olivos
en la rambla maciacerrea
entre harapos de espacio,
cuevas de viento.
No.
Yo no puedo.
Te dejo ir,
testigo mudo el Jabalcón
pintado de acuarelas.
El
aire huye.
Fluye en el ritmo
de las almendras de tu infancia
sobre la brasa azul
del compás del desierto.
Taconeo de nubes desgarradas.
Pañuelo de nenúfares.
que cubren en un escalofrío
la garganta del tiempo.
Consérvate bien.