30 de agosto de 2015

RECUERDOS

La noche. Fatigado y solo,
cuando ya el alba
por los montes de Alfacar
asoma,
todo el peso de la vida siento.
Reflexiones. Inclemencias.
Sueños. Confidencias.
¡Qué más da!
“Erase una vez…”
Somos cuento.
Otoño. Invierno.
Verano. Primavera.
Cíclico y eterno devenir.
Hacer-deshacer de la madeja.

Corto aliento que va-viene y, luego,
de frío unas veces, otras de fuego
recuerdos, sólo recuerdos deja.


26 de agosto de 2015

COMO BILLETES SUELTOS

Como billetes sueltos en tus manos
así los nombres.

Los hay de un valor máximo
aunque no sea siempre definible
y puede haber engaño.
Como la calderilla a veces son monedas
para el consumo diario.
Equivocarse es fácil
porque también hay falsos.

Dificultades propias

de un libro de contable.

22 de agosto de 2015

LA PAZ SE QUEDA, SUFRE

Marcados por mentiras y sombras de calvario
los procesos de paz tienen sus límites.

Mis manos no conocen el aullar
del monte y de los lobos.

La paz es emigrante sin papeles,
difunta a la deriva sobre el hambre
donde el bosque anida en la alambrada.

Acabo de dejar de ser diluvio
y no encuentro monedas
para comprar la lluvia.

Nómada por caminos inseguros
la paz se queda, sufre

obligada a venderse y esperando
que algo se desmorone en el orden del mundo.

18 de agosto de 2015

NO ME TOQUES TRISTEZA

No me toques tristeza
con tus brazos quemados y tus ojos baldíos.

No vuelas por el monte como un pájaro
ni evacúas mi lágrima al barranco.

Si lo deseas baja a la ciudad,
barre su sucias calles descuidadas,
arroja a la basura sus mentiras
los huevos que consignan las serpientes,
haz muy largos los días
de los mendigos ricos
e hílales pañuelos para trazar los límites
de sus oscuras sábanas.

No me toques tristeza con tus brazos quemados
y tus ojos baldíos.

Deseo que tatúes en mi espalda

el exilio y el goce de un búfalo azul.

15 de agosto de 2015

UN POEMA EN LA NOCHE

Quizás en este día
se deslice un poema en la noche surgido
al calor de las sábanas y el minuto imposible
de un sueño inacabado.

Acudían palomas al zureo
de tu respiración.
No se poda tu luz como el olivo.
¿Renunciará el ciruelo a su flor nueva?

Por ello no cedió mi mano en tu cadera
pretendiendo tomar el pulso de tu vientre.
Sobre tu piel tañía el canto de los mirlos

en las ramas más altas del almendro.