Siempre espero del aire una palabra.
Las
orillas del cuerpo no encuentran su remanso.
Mis
oídos se ahogan en rumores.
No
transporta la sangre sus líquidas preguntas.
Igualmente
callados están mis sentimientos
taciturnos,
ocultos
náufragos
en la máquina del tiempo.
Pero
no estoy cansado.
Simplemente
del barro
llegaron
los silencios con el peso
gris
de los peces muertos en los ríos
y el
quejido sediento de los cauces
donde
la luz se extingue.
Tengo
todo el poder de mis sentidos
alojado
en los labios
donde
posan los pájaros
sus
sílabas en blanco,
donde
quema la niebla sus depósitos
de
musgo en desaliento,
donde
mi madre es muda
y mi
horizonte acaba, sosteniendo
las
notas de su música de fondo.
Siempre espero del aire una palabra.