30 de septiembre de 2013

BUSCO COPA DE SUEÑOS


Busco copa de sueños y un pronombre.
Las cartas en la mesa. Rey dispone.
El todo de la vida se compone…
de yo, de circunstancia; mundo y hombre.

La gente habla, baila. No te asombre.
En portal, de un mal vino se repone.
¿Y más allá? La sombra se te impone.
¡Palpa! ¡Besa! ¿Vivir es sólo un nombre?

Un nombre en la piel. Sal, arena, pino.
Pintan oros, grita el mar. Se oye un cante,
caricia de mujer. ¿Hay un destino?

Son espadas. Se vive en el instante.
Fiebre. ¡Bastos! Dolor en el camino.
Mi niño se columpia en el levante.

28 de septiembre de 2013

EL LAUREL


Arranqué mi laurel de su lugar umbrío.

He cantado a la tierra,
bajo sus ramas
un poema en la piedra para aprender paciencia.

Por el barranco, luna,
su aroma llevas,
el aliento en las hojas de un dulce árbol.

Agradezco el regalo de su verde silencio.

25 de septiembre de 2013

EN LA FRÁGIL PENUMBRA DE UN CANDIL


Hicieron el amor
en la frágil penumbra de un candil.
Mi madre lo decía:
no es fácil apagar la luz de los portales.

Con el pan no se juega,
niño –decía mi madre-,
pero la gente juega.
Se juega con el pan y con el hambre.

La ceguera es no ver,
no ver lo que otros miran
y creen percibir, aunque esté oscuro.
Mi madre me lo dijo: tú estás ciego.

El pan es una luz.
Se apaga suavemente
en los portales donde ni amor se hace
y crece ciega el hambre. Mi madre lo sabía.

22 de septiembre de 2013

UN GORRIÓN EN EL TEJADO


La ardilla, como verbo musical
sobre hilos de teléfono,
tamborilea el aire.
La mañana es espuma
derramada de sol en la palmera.
Yo soy sólo un gorrión en el tejado,
de vez en cuando vuelo
y escudriño en tus ojos de paloma
por si escuchas mi voz cansada en este otoño
donde el silencio es
El canto de la Tierra de G. Mahler.

19 de septiembre de 2013

CORAZÓN HERIDO


Para Thomas
-in memoriam-

Te escribo, Thomas, para ahuyentar
con estos versos
las sombras
que vigilan mis noches.


Encontraste sembrado
de abatimiento
                             mi corazón herido.

Oré con el almuédano
al mediodía
                             al alba y al ocaso.

Ahuyenté mi dolor
con el dulce recuerdo
                             de los años vividos.

Esperé tu sonrisa
como bieldo que avienta
                             al cielo la amargura.

Mas sólo oí unos pasos
tristes, leves —los míos—
                             sobre el gris de la acera.

Mas sólo me cubrió el oscuro,
una penosa pesadilla
                             de cenizas y sombras.