Los
vencejos no dejan
rastro
sobre la hierba cercenada.
La
sombra de un ayer
entre
las ramas
de
la yuca y el granado
deja
paso a la sombra del olvido.
Son
huellas del instante
efímero
destino de un minuto
en
toda carne.
La
carne se repliega en sus arrugas,
la
piel como el arroyo bebe el devenir de aguas.