La
carne se va haciendo soledad.
Poda
el aire con tristes bocanadas
la
euforia de la piel que hundió el olvido.
Una
estrechez ruidosa de naranja
exprimida
el aliento dosifica
y
reseca las palmas de las manos.
Se
quedaron atrás tantas vivencias,
tanto
estremecimiento hecho vacío,
que
el cuerpo se tornó inhabitable.
Cómo
permanecer es la tarea
con
las puertas cerradas por el viento
y
pájaros sin vuelo en los tobillos.