Ha
llegado la hora del crepitar del fuego,
de
encender la candela, de escuchar a la noche
y
oleaje del mar lejos de la Ciudad
aunque
me abran la puerta blindada y me saqueen.
Me
estimula lo humilde, la puerta del olivo,
los
limones tardíos y la granada abierta.
Todas
las tuberías tienen su fontanero,
aunque
a veces se rompan y evacúen los líquidos.
No
entiendo de fantásticas criaturas ni de héroes
ni
seducir me dejo. Guillotiné esa luz.
Anido
sin rodeos en este único instante
en
el que miro el fuego. Sin respiración estoy.
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