No sé cómo te llamas por la noche
cuando desnuda piel y temblor
huele tu boca a danza de la fruta,
a huerta de latidos y granado.
No sé, cuando el azar te toma huraña,
si te abrazan las horas que preceden
al desnudo y regresan como barcas
encalladas en alas de paloma.
No sé de qué materia o con qué alquimia
fabricas el hechizo de violetas
que derraman tus manos en la acera
y el aroma que inhibe la palabra.
Sólo sé que dispensas tu sonrisa
si la calle se inclina hacia el verano,
si el asfalto navega en madrugada
y en un escalofrío el tiempo gime.
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