No me toques
tristeza
con tus
brazos quemados y tus ojos baldíos.
No vuelas
por el monte como un pájaro
ni evacúas
mi lágrima al barranco.
Si lo deseas
baja a la ciudad,
barre su
sucias calles descuidadas,
arroja a la
basura sus mentiras
los huevos
que consignan las serpientes,
haz muy
largos los días
de los
mendigos ricos
e hílales
pañuelos para trazar los límites
de sus
oscuras sábanas.
No me toques
tristeza con tus brazos quemados
y tus ojos
baldíos.
Deseo que
tatúes en mi espalda
el exilio y
el goce de un búfalo azul.
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