Realmente
lo pienso.
Yo
sólo soy un hombre al que el espejo
borroso
del recuerdo
le
reintegra en paisajes deformados.
No se equivocó el griego que la sabiduría
ubicó
en conocerse de veras a sí mismo.
La
vida es de este modo
una
plaza con espejos,
de
parajes tomados por el tráfico,
museo
ultramoderno de evanescentes formas.
Las
imágenes huidas, sin embargo,
sus
cenizas, no dejan ver los límites.
Ni
siquiera me valen los amigos.
Mi
realidad diluyen
en
luces que hacen sombras
en
reflejos de copas y cenas de trabajo.
Mi
historia es la de un árbol carcomido
por
termitas que restan
hasta
llamarse tiempo.
En
la leche materna
radica
la ignorancia de sí mismo
Por
eso es tan certera la afirmación del sabio.
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