Cada vez queda menos de uno
mismo.
Aquí vivimos muertos. El griterío crece.
Yo quisiera que el ave del
destino
se parase un momento en la
estación
del desalojo,
que trajera fortuna en su moneda
y el reloj anunciara cadencioso
la nueva temporada.
La tierra se resiste. Estos días
no hay cánticos.
Pero si tú quisieras, pondríamos
exvotos
en los húmedos muros de la cueva.
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