15 de agosto de 2019

EL GESTO

Camino hacia arriba,
camino hacia abajo;
uno y el mismo camino
Heráclito

La mañana se presentó llena
de nubes deformes como piedras
que hicieran difícil el camino.

Ella marcaba con una risa
sin rumbo una señal imposible,
oxidada al paso de los días.

El aire y el barro recogían
los recuerdos del agua
aquejada de vértigos.

Mientras tanto la nada subía
en un ascensor al que empujaban
invisibles cadenas de sombras.

Los bolsillos ya se habían vaciado
y la sed había arrojado
en la papelera de la esquina
su última llamada al café.

Fue entonces cuando llegó aquel gesto.
Oportuno sí, pero muy frío,
autobús sin aviso, a deshora.

Más allá el café descafeinado
seguía escondido en el silencio,
luces muertas y asientos raídos.

Aguardaba indeciso el momento
de ser servido en mesa de bar.
Cuida las apariencias —dijeron—.

Me subí sin embargo en mis zancos
progresivos de cristal, y miré
cambiándola en estatua de sal.

Luego crucé donde me vendían

a doscientos aroma de nardos.

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