Nunca
mi corazón fue nido del rencor.
La
vida va dejando sus basuras
que
en su contenedor coloco por la noche
y,
luego, olvido.
Detritus
de la nada contaminan
la
identidad del yo con su carne podrida.
Prefiero
amar.
El
monte con su luz me aleccionó sin precio
para
asumir las plantas como espejo.
No
se detienen, crecen mientras viven y son
hasta que mueren.
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