Recorro
con la mente de un niño sin leyenda
un
monte de oro virgen.
Yo
fui un lugareño de padres sin estudios,
de
reja y mula.
Detrás
de matorrales, en el acantilado,
el
cayado buscaba de mi abuelo
o la
oveja perdida,
y
bajo el cielo azul un vuelo de perdices,
bellotas
en la encina,
el
nido del zorzal, la huida de la liebre,
los
juncos del arroyo y el cantar de la alondra.
Hoy
todo está guardado
en
el desván oscuro.
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