Se cuela en mi terraza un sol templado
y he podido escribir penosamente
una carta al Amor en el desastre.
No había otra salida
para el terror de un mundo
que habita en la distancia, en la pisada
y en las acciones tristes, putrefactas
que esconden en los labios
negras coreografías de la muerte.
Mi nombre se despierta entre ataúdes
y lobos que golpean restaurantes.
Fingiremos, Amor, que
todo marcha bien...
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