Te escribo, Amor, para comentarte,
nuevamente, la maravilla
de los almendros sobre tu piel en flor.
Miraba
el discurrir de la mañana.
Tropezaron
mis ojos con almendros
nuevos
en flor.
Su
blanco virginal cálido despuntaba
sobre
las pardas ramas.
Verde
radiante
el
magnolio se erguía protegiendo
su
primera inocencia.
Jugaban
los gorriones
picando las semillas de la
acacia.
Voló mi pensamiento
por el monte hacia ti.
Deseé
emborracharme del vino que tú sabes
y
sentir entre álamos del río
el roce de
la aurora.
Se
detuvo el Destino
y el
Tiempo,
mientras
la curvatura azul del cielo
sembraba
el universo
de una
lluvia de pétalos de rosas.
Consérvate
bien.
Preciosos versos Blas, como siempre, me vuelven a enamorar. Esperamos verle muy pronto en sus paseos matutinos con Nuba, pues le echamos de menos. Un beso muy grande. Olga.
ResponderEliminarUna vez más gracias, Olga. Mis versos retozan de alegría. Nuba ya estará aquí la próxima semana. Un besazo hermoso como tu nueva casa. Blas.
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