Es
duro descansar en un escalofrío.
Sólo
basta un susurro muy lejano
de
cáscaras de nuez
donde
la ardilla duerme para sentir alivio.
Yo
no sé vivir bajo el vientre frío
de
una iguana. Preciso del contacto
de
otra piel, de tu piel amiga, Carmen,
que
es agua reposada en el instante.
Lleva
razón García Montero cuando escribe:
“A
veces una piel
pudiera
ser la única razón del optimismo”.
No
importa el nombre. Cálida,
una
piel que labore como la luz de mayo
cuando
nos cubre.
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