No yacen
en tus manos la verdad
ni
la mentira. Yacen en los nombres
que
el eco distorsiona
y
quema en la garganta.
Igual
que la belleza o la fealdad
son
bandada de voces que recoge
la
sed de la presencia, la gran magulladura.
Tal
vez la vida sea abuso, desafuero,
la
creencia de un náufrago
o un
acto de justicia despiadada.
Tú
me hablabas de un ángel
más
allá del cristal iluminado,
de
un ángel sometido
que
dejó para ti su aroma de hermosura.
Andas
ahora solo en tu paseo
con
el eco final y solitario
que
por tu corazón dejó correr la muerte.
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