Acabo de escribir tu nombre,
Amor,
sobre la roca roja
de mis sueños eróticos.
Los llena del color y del deseo
que la calle limita,
aunque tú no lo sepas
y todavía tus pasos
sólo cambien la lluvia y mi mirada.
Evanescentes, cabizbajas,
desposeídas
las luces del semáforo
recogen los vaivenes de la melancolía
que se quema en mis párpados.
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