28 de enero de 2020

ENCERRADOS EN JAULA DE CRISTAL


             Buenas tardes, Amor.
             Deseas saber lo que pienso
             de la amistad.
             Te escribo para darte gracias,
             porque ayer una vez más
             estuviste a mi lado.

                                         A Marisa

Encerrados en jaula de cristal,
rodeados de miradas extrañas
y sillones marchitos, tú y yo.

Hablamos de lo azul,
poesía y supuesto desamor.

Nos cercaban ruido y prisa.
Sentíamos el dolor del metal,
que siempre penetra inesperado
por las carreteras secundarias del olvido
y deja, luego, profundos socavones
en la cruel autovía de las horas

Hablamos del poder del hombre,
de su capacidad de amar, crear y conocer,
y de cómo al mar
de la ternura confluye en estas aguas;
de robar su piel al mundo.

La sublime alquimia de lo azul,
que transforma en belleza los cuerpos,
templó las relaciones, los pensamientos,
el café y las voces,
los minutos desbocados del reloj.

Cuarenta y dos años y el tiempo se detuvo,
tus pupilas desnudaron unas lágrimas.

Acariciaron tu piel levemente las yemas
de mis dedos —suave tu rostro—.

Tus ojos y los míos
dieron gracias al hágase la luz
porque una vez más engendraron amapolas
los balcones,
y de barro simplemente humano
un nuevo mundo crearon
dos seres, el gesto y la palabra.

Consérvate bien

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