Mansamente en mis manos cae la lluvia.
Me
pregunto si todo está perdido
igual
que este pendiente
que
acabo de encontrar entre las hojas
del
longevo algarrobo.
Sé
que el barro no mancha
la
acera de tus ojos
por
donde tantas veces paseamos
las
luces del invierno.
Lluvia
y barro no escriben epitafios,
simplemente
fecundan la historia de los nombres.
Bajo
los pasos lentos del amor
deshice
mis maletas y paseo desnudo
por
los acantilados.
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