Me contagiaste, Amor.
De tu tierra nació aquel barro
que fue materia en mis palabras.
Volaban como pájaros azules
hacia la claridad del alba
y ardían con la luz naciente
en los tersos repliegues de tus labios.
Nunca valió la pena consumirse.
Óyeme tú que cruzas las montañas
y en la luz me convocas
donde apuntan los días,
dime si cuando el sol incendie los barrancos
y los ríos regresen a sus
sueños
volveré a ser contigo por los valles
sobre la voz callada del silencio.
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