Para sentirte, Amor,
solamente
preciso
dejarte
hablar despacio en el silencio,
conversar
con la luz con que me arropas
y el
canto apaciguado de los pájaros,
oírte
reposando
en
las ramas torcidas del anciano algarrobo
centenario
que cubre con sus cuentos
la
piel del horizonte.
No
hace falta la magia de los sueños,
simplemente
la fuerza fusionada
de
palomas torcaces, encinas y amapolas.
Si
el tiempo urge,
bastan
los largos pasos de la mar
hacia
la nieve,
la
honda respiración del nuevo día
que
recubre mi cuerpo con la sangre
que
me llega contigo en rojo sol del alba.
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