No
se duerme la muerte en cada aurora.
Despierta
cada día con su historia
y no
le importa si la noche fue
de
amor o pesadilla,
siempre
llega con paso imprevisible.
Por
eso urge el tiempo,
por
eso yo te guardo
en
el amable vientre de la risa,
en
el ir y venir de tanto viaje
por
la frágil memoria del dormido.
Por
eso tú te muestras partidaria
del
instante que exige
de
unos labios la llama
que
provoca la lluvia entre dos cuerpos
y se
hace río.
De
lágrimas se nutren y de ausencias
con
deseo los péndulos de arena.
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