5 de abril de 2014

LOS JUGLARES DEL METAL

Me dijiste, Amor: “Un hombre bueno
ni se hace ni se comprueba tan aprisa”.
Te escribo para hablarte de los juglares
del Metal, que herido llevan de muerte
el corazón del hombre.


Llegaron atractivos, sonrientes
de no se sabe donde.
Prometieron cegar las sombras de la noche,
sembraron de esperanza el corazón dormido,
temblaron con el frío de los campos
y ofrecieron calor al campesino.
Hablaron del saber a los expertos
y del ser al filósofo,
de servicio a los poderosos,
de dignidad y trabajo al jornalero.

Gritaron vida, amor y libertad.

Su voz era una oscura pesadilla,
su tiempo era el olvido,
sus manos y su vientre de metal.
Su fin la muerte.
Vinieron del metal como el ladrón furtivo,
apagaron la luz de las estrellas,
metalizaron
las fértiles promesas,
volvieron a volcar
la teoría del cuento y la cadena.

Gritaron eficacia, progreso, economía.
Y otra vez a empezar…

De nuevo se refugia
el hombre en su cuajado corazón,
cubre su soledad, su frío con un manto
de sueños, con un alba insostenible.
La realidad disfraza con palabras
y trata de hacer bella su pequeña guarida.

Amor, yo te doy gracias, te llamo y te bendigo
porque tus fuentes del deseo
aún predicen libertad,
porque hay todavía quien cree en la locura.


No hay comentarios:

Publicar un comentario