Contemplo
con pasión la luna entrante
por
los cárdenos montes.
El
valle se ilumina poco a poco,
se
sonrosan los verdes
y el
mar pone su oído en la roca
sin
voz articulada.
Llena
corre la noche de amarillos,
sobre
la gruesa sombra oro pálido.
En
su óvalo de luz
entreveo
mis dedos y sus nombres,
meditan
el olor de los jazmines.
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