Es
verdad que no he sido
un
ejemplo de buena retentiva,
que
un huerto cultivé para sembrar nostalgias.
Que
bajé la basura
a
fin de oxigenar conversación y noche
y me
quedé en la calle
para
disminuir el rigor de los gritos.
Verdad
que escribo libros. Son negocios ruinosos,
pobres
radiografías de leve periferia.
Que
como una culebra quedo inmóvil,
para
cazar la sombra de un poema.
Es
verdad que me duermo
por
la televisión narcotizado
con
máscaras y sombras de políticos.
Que
impasible me dejan
las
promesas de públicos gestores,
que
planteo moción de censura al dinero,
la
oquedad de papel que asesina a los hombres.
Que
cada día tomo mis poemas
para
macharme lejos.
Es
verdad que me paso todo el mes
de
una pantalla en blanco prisionero
buscando
los perfiles de las células líricas.
Que
mandé mis proyectos
en
las atardecidas del verano,
como
guerra de lobos en manada,
a
morder horizontes.
Que
di mi lección última y asistí a despedidas,
y el
dueño del otoño
me
invitó, conversando con el tiempo,
a
ganar lo perdido.
Que,
sin embargo,
no
me incluyó la vida todavía
en
su agresivo plan de duro ajuste.
Y
presa del asombro sigo aquí,
aquí
contigo.
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