Yo
no puedo saber
el
tiempo que nos queda.
No
dejo de sentir y de pensar
en
ti, Carmen, y en todos los que amo.
Quisiera
regalarte
surtidores
humanos,
una
mirada limpia, hospitalaria,
madrugada
de sueños y de rosas.
Prontamente,
la noche será
larga,
sin pesadilla,
e irremediablemente
pozo seco
serán
los labios, manos y el deseo.
Pero
hasta entonces quiero
compartir
viaje y verso
que
es estremecimiento y realidad
tatuadas
en tu cuerpo y en el mío.
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