Te dejé
pensativa en el portal.
No
había lluvia en tus ojos
decrecidos
por músculos
y
huesos doloridos.
Ibas
a sombrear tus bodegones,
esparciendo
tu tiempo por colores
para
recuperar
la
estática perdida.
Yo
he soñado al compás
de
los broncos gruñidos
del
once. Subterráneas,
las
sombras de la tarde recobraban caricias.
Y el
Genil desgranaba por oscuros senderos,
estupor
del asfalto,
un
rosario de antiguos y apasionados besos
sin
olor de semáforo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario