Mi madre me pidió
que en mi jardín
plantara yo una higuera,
higuera de higos
negros que ella amaba.
La planté en la
ladera
que un inglés me
robó,
un juez y una
sentencia.
Mi madre se murió y
el arbolito
con ella se marchó,
(donde el verde y los
higos no hacen falta).
Pondré la casa en
venta,
ya no suben la cuesta
solitaria
la Mar y su ternura.
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