Parajes de otro tiempo,
pretéritos
paisajes removidos
en
la paz del presente.
Pedregales
y olivos de la sierra
donde
aúllan los lobos por la noche
mientras
reza el candil y duermen los aperos.
Los
surcos de la huerta
y el
ruido de la noria.
Cangilones
vacíos la vieja burra llena.
Las
tardes de diciembre
apacibles
de sol,
volviendo
de la escuela entre pedradas.
En febrero,
la Cruz de los Lagartos
a la
Virgen espera. Disparos y canciones
se
comen los hornazos.
Yace
en el cementerio
muerto
el “Caraquemá”.
Voy
a verle su pecho acribillado.
Parajes
de unos nombres
constantemente
activos que mi niñez hicieron.
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