Llevo ya mucho tiempo desnudándome
ante ti con la voz y la escritura,
pero cada vez más me acerco a Leibniz
cuando afirma que somos
cada cual una mónada cerrada
y sin ventanas.
Es el empeño triste de entreabrir
al otro un universo solitario,
paralelo, que nace y muere en sí
sin transparencia.
Te observé y entendí que ya no te sabía.
Estás desnuda y brillas,
pero no dejo de pensar
que también tú dominas los espejos.
Por ello yo te llamo y me sugieres
tenaz y convencida
que busque la penumbra.
En aturdida sombra también queda
con un rastro de luz el amor que nos vive.
No hay comentarios:
Publicar un comentario