Me siento protegido por los árboles
que cada día acompañan mi paseo.
Yo miro su quietud
a veces perturbada por el viento
o por el devenir medido de su savia.
Los árboles contemplan con ternura
mi sed de la vaguada y de este junio
que empapa mi cabeza,
contagian mis saludos con su vida
que crece silenciosa
sin quejarse del tiempo.
Me propone tatuajes su dermis de madera
con símbolos de siempre
para hablarme de amor adolescente,
para olvidar la prisa,
la sobra de impaciencia
y el ruido de cadáveres.
Los árboles exigen saber a qué atenerse,
aún escucho a la recias
encinas protectoras.
Las encinas conectan con la luz
que cruza el universo.
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