Se sueñan paraísos
posibles o imposibles
en suspensión de pagos.
La vida se reduce
a unos metros cuadrados con facturas
y un mal desahucio.
De un piso con la luz
cegada por las obras
quedan sucios tabiques
y cuadros enigmáticos
para un nuevo inquilino y otra piel.
De una ciudad o un pueblo
sus puentes derribados,
rascacielos sin agua
y el balcón del suicida.
Los anuncios se cambian sin problemas.
De un país -pobre o rico-
queda sangre vertida,
las vallas de hormigón,
la “puerta del infierno”
en la frontera.
De un hombre, si algo queda,
es la foto perdida
en un armario, el éxodo
de un libro ya vacío de poemas,
su inexcusable herencia.
Esde plena actualidad. Me ha gustado mucho Blas.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado "mucho" y que me lo manifiestes.
EliminarQue te parezca actual. La verdad es que es muy duro sentir esta triste realidad que nos aprieta y hace daño como un naufragio humano.