Me
siento en la terraza, a un lado el mar
la
vega de aguacates llena el otro,
y
un rojizo silencio que elabora
con
el aire y los montes el crepúsculo.
Tierra
y agua es la música del caos
que
crea una vez más el universo.
No
hay ruido o griterío en el pardo equipaje
de
los pájaros, solamente nubes
silenciosas
y mudas, los ojos de un instante
como
besos convocados al café de la tarde.
Yo
miro estos silencios en cascada
y
me meto en mi piel como una caracola.
Lo
mismo que Anaxágoras pregunto:
¿Podría nacer cabello de lo que no es
cabello?
¿podría nacer carne de lo que no es carne?
¿Podrá
nacer poesía de lo que no es silencio?
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