Los
sueños del invierno se hacen largos.
Ya
la acacia tiró todas sus hojas
y
abandonó sus lágrimas la lluvia en los cristales.
El
sol, un personaje de novela
negra,
se esconde tras las nubes arrastradas
por
la pasión del viento.
No
parece tener fin esta oscuridad
que
poda esta mañana de invivibles ausencias.
Los
espacios respiran frío y sombra
y el
tiempo coquetea con la nada.
Yo
ya no existo. Al tronco del planeta
solamente
le queda un atasco de musgo.
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