Las doce de la noche,
cerrada la estación,
los andenes vacíos.
Se abren lejos los bares
de letreros pagados
y cristal empañado
por el humo.
Los árboles respiran
el otoño.
Las calles por donde
andan los poemas
han quedado
desiertas.
Como muebles en viaje
de mudanza
corretean los gatos.
Por todas las
esquinas
la luna abre puertas
a los perros.
Mis ojos van
cansados.
Intentan encontrarte
entre las hojas secas
igual que aquel poema
que almacenaba el frío.
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