La ventura va guiando nuestras
cosas
si fieles a los nombres las
buscamos.
En el programa
la vida es polvareda
de sucesos, amores, desafíos
que la razón relata, tal vez la
fantasía.
La realidad, luz de cruce sorda
a las voces que vienen,
depende de quien monta el
tiempo y el espacio.
Juego y placer convierten las
cosas en gigantes,
frailes en bultos negros
desmedidos,
rebaños en caballos y clarines.
Las trueca la fatiga y el dolor
en balidos de ovejas y en
molinos,
o gente pasajera y vizcaíno.
Las cosas se resisten,
caer nos hacen
maltrechos por el campo con
oreja
y dos dientes de menos,
manteados,
dolida piel, los ojos sin
aliento.
Las cosas de esta guerra
-de encrucijada o isla-,
sujetas a mudanza, son
vestigios
de un mundo que va huyendo
con hachas encendidas.
Con blanco ungüento o bálsamo
se curan las heridas
que dejan o dejamos.
Lo demás, apariencias
nobles, villanas,
cuento y canto, cabreros,
comediantes
galeotes, cautivos,
licenciados, doncellas,
enamorados,
barberos y batanes y difuntos.
Con ellas y penando,
cada cual va labrando su
destino.
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