El mirlo malherido
hinchó sus negras alas
mientras los coches se apartaban.
Diez veces lo intentó,
recordar no podía las pautas de
su vuelo.
Tantas veces se olvida lo preciso
que hasta el espejo mancha sus
imágenes.
No es el aire cobijo
cuando la muerte abre sus pupilas
y se bebe la lluvia de la nada.
No hay espacio entre dos ruedas
oscuras
para unas alas negras.
Quedaron dibujadas como plumas
en vidrio y parabrisas.
Y fueron coche nuevo movidas por
motor
eléctrico en el sueño de los
mirlos.
Me encanta.
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