La memoria me lleva a un camino
donde jugué de niño.
La luna enloquecía
colmada de bellotas y aceitunas.
Una ruta volada por cigüeñas
hacia sus viejos nidos,
un poema de amor entre las liebres
corriendo hacia el ocaso
y un halo de la luz que fue el pasado
que es aún hoy color y sinfonía.
La oscuridad recrece solamente
cuando muere del todo el claror del relámpago.
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