Al
recobrar tu pulso de mujer
las
canciones del cambio esperaban tu voz.
En
el tiempo de veda y de sequía
yo
planté un pentagrama en la ladera.
Llegaron,
luego, arroyos emergentes
porque
el tamaño importa en los mares desnudos.
Ni
villano ni héroe. Fue el silencio
la
respuesta callada en la ladera.
Buscaba
la alegría donde el monte
está
seco y la mar se ha quedado sin brillos.
Yo
muero en los conciertos, siempre aguardo
una copla de infarto en la
ladera.
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