Se posan los colores
suavemente
sobre el espacio
abierto.
No se puede medir la
ingenuidad
de la luz en la
hierba.
Gotea dulcemente el
amarillo
sobre el verde
recuerdo de limones,
arritmias de alameda,
diseminadas cuentas
invernales.
La tierra vive,
inspira
adormecido amor de
ocres en el aire
que mece los abetos.
No hay distancia
medible entre los cuerpos,
desmesura en el pulso
de las horas
suspenso en el
milímetro.
Sólo hay luz que
llama a la ternura
en la amistad fugaz
del universo.
Si me muero ahora
mismo, no me llores.
Inhúmame sin pena en
este espacio.
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