Dime
aquello que quiero oír de ti:
que
en la fría mañana donde toda eras río
gozaste
de mis pasos
cruzando
el descampado
por
donde corre el agua,
que
nunca se sintieron tus cabellos
en
humedad tan encendida
viviendo
con la música en los ojos
y
el color de las sombras,
que
la luz emigró por tus caderas
hacia
todo tu cuerpo,
temblorosas
las manos
bendiciendo
el momento.
Dime
aquello que quiero oír de ti.
La
luminosidad dilata los espacios
bajando
las colinas.
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