Me
combinó el otoño
en
su vaso de hojas secas
con
los vientos del norte.
No
faltaba el olor de una mujer,
de
rosas, pino y madreselvas.
Sobraba
la cerveza
gritando
en la distancia.
Me
quemé los labios
y
se abrieron mis carnes como surcos
al
eco frío
de
sus párpados vírgenes
y
los cielos plomizos.
Siempre
hay leños que informan
cuando
la sangre brota.
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