El Bien y el Sol son dos reyes
Señor el uno del mundo inteligible
y el otro del mundo visible.
Platón
Pensamientos fundidos
en la nostalgia
de un antiguo septiembre.
¿La tarde? Recogida en sí misma
igual que un nido
que cobijara el curso de los años.
Generoso aquel Sol
añejo en las bodegas de tus ojos.
Escanciaba en mi copa el Bien ansiado.
Entre tanto los coches se alejaban
cargados de rebajas,
cabalgaban las sombras los olivos,
y a mí me reclamaban invisibles
espadas y quimeras.
Hoy, todo es hilo a punto de quebrarse:
el hilo de la vida que sostiene
tu cuerpo,
el hilo del teléfono
mendigo de caricias y de roce,
el hilo pálido
de tu postrera luna
que amenaza impertérrito
con la noche sombría.
Tú ya lo has preparado todo: huesos
desnudos, tal vez rotos,
amores conservados y evadidos.
Sobre mi corazón dejaste estacionados
dos reyes
sin importarte
la antigua distinción de los dos mundos.
Recogeré la herencia en tu casona
abandonada,
rodeado de fríos.
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