No
le encuentro sentido
al
dinero que cuentan ni a las armas
o a
los grandes epígrafes de prensa,
tampoco
al tiempo.
Tú
hablas por teléfono
con
una amiga.
Le
preguntas si vive
en
paz con su destino.
Te
contesta que sí,
que
ama.
Entiendo
la respuesta
y la
hago mía.
No
hay cuotas razonables para este sentimiento.
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