No
hay monedas ni engaño
en
las sendas del monte,
no
hay prisa en los buzones.
Los
caminos que trazan
los
hombres son tatuajes
que
tormentas deshacen
cuando
llega su hora.
Todavía
se escucha
el
vuelo de los pájaros,
la
almendra en los barrancos.
El
azul colecciona
zureos
de palomas
que
vuelan a su antojo
y el
eucalipto espera
mentiras
que la ardilla,
le
trae monte abajo.
El
estío entretiene
a la
muerte en las breñas
consciente
del instante.
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